“O bruxo do aviâo”
Ya había pasado los trámites típicos de los aeropuertos y tras una larga caminata por la pista a pleno sol, llegas por fin a la escalerilla que peldaño a peldaño hace que te introduzcas en el interior del avión.
El asistente de vuelo, con el clásico traje azul, indica que ocupe cualquier asiento que vea vacía, y por megafonía indican que nos sentemos rápido para despegar cuanto antes.
En el primer asiento que libre que veo, no puedo ni meter la mochila debajo del asiento delantero, ya que otro individuo de buena educación y mayor solidaridad, había decidido que lo ocupaba su maleta aunque no ocupa el asiento; así que tres filas mas atrás y acompañado de dos señoras de riguroso negro ocupo un espacio.
Reubicado el equipaje de mano y el resto del cuerpo sobre el asiento, observo como el auxiliar de vuelo se pasea de una punta a otra del avión mirando hacia un lado y otro de las filas de los asientas mientras que con su mano derecha puesta por delante del antebrazo izquierdo iba moviendo los dedos de forma consecutiva, el índice el anular el medio y miraba para otra fila el índice el anular el medio, y así según avanzaba hacia adelante en dirección a la cabina del avión.
Subían nuevos pasajeros y repetía la operación desde la parte trasera del avión hasta la cabina, y así hasta cuatro veces antes del despegar. Era como si fuese bendiciendo a cada pasajero, lo cual no era muy halagüeño si considero que era la primera vez que volaba con esa compañía y cuya decoración interior de amarillo y azul recordaba a los “toca-toca” de Bissau.
En hora salió el avión de Ryanair del aeropuerto de Valencia y antes de las 13.40 estaba en el de Santiago de Compostela.
Cá Iberia Lá Bissau
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