XVII
En la Avinguda de Tarongers Maruxa había sido asaltada por tres jóvenes que la golpearon hasta dejarla inconsciente. Primero sintió como una mano por detrás le agarraba del hombro derecho mientras aparecía por el lado izquierdo un rostro que no llegó a percibir, ya que en décimas de segundo estaba en el suelo y comenzaba a sentir golpes repetitivos propinados por tres pies casi al unísono, como sise trataran de los pistones de un motor en continúo funcionamiento.
Por su mente pasaron las imágenes de su llegada a Valencia, como después de una época de trabajo en la hostelería en la zona de El Palmar encontró un trabajo el trabajo en la empresa de limpieza; como Uxía empezaba andar y los domingos juntas en la Malvarosa; sus primeros años en Lisboa donde a los trece años Berta, le contó cómo había sido engendrada y los hechos que habían acaecido hasta su llegada a Lisboa desde Aveiro; imágenes de Brais y de cómo Uxia, en su día le había comentado que un día iría en su busca; la llegada de Berta a Valencia, una vez jubilada, para ayudarle a sacar adelante a su hija mientras trabajaba de camarera; la marcha de Berta para Châ das Caldeiras y la noticia de su posterior fallecimiento; Berta contándole historias del pasado a Uxia; Berta ;Uxia; Berta; Uxía; Uxía; Uxi; Ux; U. Los golpes continuaron pero ya ninguna imagen pasaba por la mente de Maruxa, que había entrado en la percepción de flashes continuos con las imágenes de su madre y su hija, hasta que la de esta era cada vez menos nítida, y se desvaneció.
Uxía pudo observarla a través de una cristalera, observando su cara llena de moratones y los tubos que permitían suministrarle lo preciso para mantenerla con vida. Suavemente observaba los elementos que había en la habitación y se detuvo en las señales luminosas que indicaban los latidos del corazón, marcando pequeñas crestas intermitentes a según pasaba cada décima de segundo, se percataba que cada vez el tiempo entre una cresta y otra era mayor, hasta que las crestas desaparecieron siendo la línea horizontal la señal del fin.
Con la colaboración de Ivanova y las otras compañeras de trabajo lograron arreglar todo lo preciso para llevar a cabo la cremación en el tanatorio próximo a la playa en la que tantas horas habían compartido.
Recogido el envase con las cenizas se fue a dar un paseo reflexivo por la arena. Pau no había dado ninguna señal desde el encuentro a la salida del ascensor, todo había sido un pasatiempo para él. Las circunstancias del entorno favorecían la marcha y el inicio de una nueva etapa. Así, para avanzar hacia adelante es preciso ser consciente del pasado, así que necesitaba intentar buscar a su fugado progenitor Brais, así que necesitaba conocer el lugar del que tanto le había hablado su abuela Berta.
Después de un año de búsqueda por Madrid y Lisboa, y con trabajos esporádicos de camarera, buzonera, repartidora, etc. Encontró en la Rua da Ribeira Nova el Mercado en el que había trabajado su madre y recibió la información de que Brais había vuelto a Lisboa, ya que hasta cinco años atrás continuaba comprendo pescado en la misma pescadería en la que había trabajado la mujer que abandono en un ataque de irracionalidad, a la que iba con la esperanza de volver a encontrarla y pedirle perdón, pero que él no era consciente de que ella no había vuelto atrás sino avanzado. Brais había muerto de neumonía cinco años atrás en la soledad de su apartamento. En los meses siguientes Uxia trabajó con el objetivo de poder pagarse el vuelo de ida a Praia, para desde ahí llegar a Fogo y Châ das Caldeiras.
Dos años después de la muerte de Maruxa, Uxia observaba el volcán de Fogo a través de una ventana de la casa en la que había nacido y fallecido su abuela Berta. Recuerdos y necesidades de avanzar hacia el futuro por escribir, hacen que se instale en la casa y reoriente su uso albergue para montañeros, senderistas y demás individuos que deseen conocer Pico do Fogo, empezando un futuro en base a un pasado cerrado.
Bissau, 23 de julio de 2011